jueves, 23 de enero de 2014

¿Qué contienen realmente los suplementos vitamínicos?

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El negocio de los suplementos alimenticios equivale a ganancias mayores a 5 mil millones de dólares al año, pero su regulación pasa por encima de las leyes que rigen a la industria farmacéutica. Una nueva investigación publicada en The New York Times, sin embargo, reveló que las sustancias que se venden con diferentes fines raramente contienen la hierba o ingrediente que afirman tener en su publicidad.
Utilizando una prueba de ADN, un grupo de investigadores canadienses realizó el mapeo de los ingredientes de 44 populares suplementos alimenticios disponibles hoy en día, propiedad de 12 grandes compañías, y lo que encontraron –en lugar de equinacea o gingko biloba– fueron sustitutos baratos, como soya, trigo o arroz. En un tercio de las píldoras no encontraron ni siquiera restos de las supuestas plantas que decían contener.
El estudio fue dirigido por Steven G. Newmaster, profesor de biología y director de botánica en el Instituto de Biodiversidad de Ontario, en la Universidad de Guelph. Lo más preocupante para Newmaster fue el hecho de que estas compañías no sólo engañen a sus consumidores, sino de que las sustancias con las que fabrican los suplementos alimenticios pudieran ser incluso venenosas para algunas personas.
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Así, en las pastillas de equinacea se encontraron restos de Parthenium hysterophorus, una planta nativa de India y Australia que está ligada a salpullidos, náuseas y flatulencias; y en las famosas pastillas de “Hierba de San Juan” no se encontró ni siquiera rastro de esta planta: las pastillas de una botella estaban hechas de arroz, y las de otra contenían senna de Alejandría, un poderoso laxante también utilizado popularmente, pero con otros fines, por la herbolaria. El hallazgo más peligroso fue que en una botella de gingko biloba se encontraron restos de nogal negra, una especie de nuez que puede ser potencialmente mortal si es consumida por personas con alergia a las nueces.
Con todo, un representante de la industria herbolaria dijo que, aunque los errores de etiquetado son una preocupación para ellos, la gravedad de las acusaciones de este informe es exagerada (el informe fue publicado en la revista BMC Medicine). Esta investigación buscará que las regulaciones sanitarias aplicables a la industria farmacéutica sean también obligatorias para la industria herbolaria, que con el pretexto de curas milagrosas y dudosos beneficios a la salud (¿no será más bien el efecto placebo lo que funciona?) puede poner en peligro a los consumidores, quienes no tienen idea de lo que contienen estas populares pastillas.

La gran fantasía de la comida “orgánica” (el mejor negocio de las mega-corporaciones)

La etiqueta de “orgánico” en un producto, especialmente un alimento, se ha convertido en una fórmula mágica que nos hace sentirnos bien al tiempo que gastamos dinero extra para obtener un bienestar prometido. Sin embargo esta industria, la de la comida orgánica, al menos en su versión de supermercado, se ha convertido en una enorme fantasía cooptada por las grandes corporaciones de las cuales supuestamente huyen las personas que compran productos orgánicos.
En una lógica perversa el negocio parece ser redondo. Primero grandes corporaciones, del llamado Big Food, llenan los alimentos de aditivos, conservadores y demás “químicos” que contaminan la salud de los consumidores; se crea un movimiento de conciencia en torno a estos alimentos y se genera una industria que busca salvaguardar el bienestar del consumidor produciendo alimentos a la vieja usanza, manteniendo un estándar de calidad. Se populariza el término orgánico, un tanto difuso, para significar aquellos productos que no involucran métodos de producción moderna tipificados en el uso de pesticidas, fertilizantes químicos y modificación genética–en general que no dañan a los animales y al entorno en el que lo producen. Una especie de purismo ideológico que alimenta. Los químicos son los enemigos –aunque por supuesto todo organismo es químico naturalmente.
Buscar alimentarse sanamente y romper con la cadena alimenticia que controlan las grandes corporaciones, regresar a los pequeños productores y otorgarle ese valioso coeficiente, perdido en el proceso industrial, de hacer los alimentos con una intención de nutrir (“hecho con amor” es el slogán favorito), parece algo no solamente positivo sino incluso parte de la evolución humana. Sin embargo, ya sea por los invasivos y malignos tentáculos de las grandes corporaciones o por la ingenuidad del consumidor que lo que compra generalmente son ilusiones que satisfacen su producción de dopamina y reafirman cómodamente lo que quiere que sea la realidad, en muchos casos esta moda de alimentarnos de productos orgánicos no es más que un plácido y frívolo (aunque sea bienintencionado) autoengaño. Y ahora son las mismas compañías,  que producen  o producían alimentos casi venenosos, las que promueven los alimentos orgánicos, enarbolando un nuevo mito de comunión edénica a partir del poder inmaculado de la comida no alterada por los procesos industriales de la modernidad: un regreso a natura.

10 cosas que la industria de los alimentos procesados no quiere que sepas

1. Son adictivos y pueden provocar que comas de más
[Lo que también podríamos llamar el efecto glutamato monosódico].
2. Están vinculados a la obesidad

3. Rompen los principios de la combinación de comida

4. Fomentan el desbalance de tu ecosistema interno

5. Son nocivos para tu estado de ánimo y cerebro

6. Fomentan comer demasiado rápido

7. Las etiquetas de nutrición pueden ser engañosas

8. Las carnes procesadas están vinculadas al cáncer

9. Los alimentos procesados pueden incrementar tu riesgo a la infertilidad y la malnutrición

10. Los alimentos procesados pueden sobrevivir años en un armario, pero no así una vida humana

Caperucita Roja y otras historias de terror y hambre: el pasado histórico de los cuentos “infantiles”

Todos crecimos escuchando, leyendo o viendo en pantalla cuentos infantiles: Cenicienta, Caperucita Roja, El Gato con Botas, Pulgarcito, Blancanieves, Barba Azul, Las habichuelas mágicas, Jack el Cazagigantes, Rapunzel, Hansel y Gretel. Esas historias con final feliz tienen también un origen y un pasado, un contexto en el cual tenían otro sentido para quienes los narraban y aquellos que los escuchaban: los campesinos analfabetas y paupérrimos de Francia, principalmente. 
La historia no es sólo una serie de sucesos políticos, de grandes acontecimientos o de hazañas épicas. Es posible adentrarse en otros aspectos profundos de la historia, lejos de las intrigas palaciegas y las decisiones de Estado, en las cuales evidentemente la “gente común” no participaba. ¿Cómo entonces, penetrar en la mente colectiva de esas personas, sin rostro, sin nombre, que habitaron hace siglos y que no dejaron un testimonio de su puño y letra? ¿Cómo conocer los códigos, valores y símbolos de una época? Eso no es posible descubrirlo en los tratados de paz, ni en las declaraciones de guerra, de independencia o en las constituciones. 
Los cuentos “infantiles” que han llegado a nuestros días han pasado por filtros, modificaciones y “maquillajes” para adaptarlos al gusto de distintas épocas, como lo hicieron en su tiempo Charles Perrault, los hermanos Grimm y Walt Disney. 
En efecto, los cuentos son documentos históricos. Han evolucionado durante muchos siglos y se han modificado en distintos contextos culturales. Tomemos como ejemplo una versión que antecede al cuento de Caperucita Roja no apta para niños hoy en día:
Una chiquilla es enviada por su madre para llevar a su abuela pan y leche, el lobo la intercepta en el camino, averigua su destino y llega antes que la niña, se disfraza y se mete a la cama de la abuelita. Hasta ahí la historia no ofrece nada peculiar en contraste con la versión que conocemos. Acá viene la diferencia: el lobo mata a la abuelita, pone su sangre en una botella, rebana la carne, la acomoda en un platón y se la da a comer a la niña para después hacer que se desnude y finalmente, comérsela. No diríamos que es un cuento para niños. Tan sólo en Francia, se han rastreado  aproximadamente 35 versiones del cuento de esta niña, en algunas aparece la caperuza, en más de la mitad de esas versiones es devorada por el lobo y en algunas más logra escapar mediante alguna artimaña.