de
El confidencial
Hace unos años, el prestigioso cardiólogo norteamericano
William Davis comenzó a sospechar de los perjuicios para la salud que
provocaba el consumo de trigo y sus derivados. Entonces, comenzó a
recomendar a aquellos pacientes que no notaban mejorías tras someterse a
sus respectivos tratamientos farmacológicos, que suprimiesen este
alimento de sus dietas. Los resultados obtenidos sorprendieron al propio
Davis:
“El
70% de los pacientes experimentaron unos beneficios que ni yo mismo me
imaginaba, más allá de una considerable pérdida de peso. En tan solo
tres meses sus niveles de azúcar en sangre se redujeron notablemente,
incluyendo muchos casos de diabéticos o prediabéticos que dejaron de
serlo. Asimismo resultó que aliviaron otras de sus dolencias, como la
artritis, la soriasis, la sinusitis crónica o la irritación intestinal”,
asegura el cardiólogo.
Tras analizar con sus colegas las historias clínicas de los cientos
de pacientes sometidos a este simple tratamiento dietético, Davis
publicó un polémico ensayo, titulado Wheat Belly: Lose the Wheat, Lose
the Weight, and Find your Path Back to Health (Rodale), en el que apoya
sus conclusiones con una serie de estudios sobre los negativos efectos
del trigo genéticamente modificado, en la salud de los humanos. La
publicación ha levando una fuerte expectación entre el público, teniendo
en cuenta de que se trata de un ensayo científico, y solo dos semanas
después de su salida a la venta Wheat Belly se coló en la lista los
libros más vendidos que elabora el diario New York Times.
Las rotundas tesis de Davis, en las que se relata
mediante casos particulares los perniciosos efectos para la salud del
consumo “del trigo moderno”, han obligado a los lobistas de la industria
alimentaria a mover ficha. La Grain Food Fundation ha lanzado una
campaña para desacreditar los argumentos del cardiólogo norteamericano,
mientras que este les ha devuelto la pelota retándolos a un debate
televisivo, aunque todavía no ha obtenido ninguna respuesta al respecto.
El cardiólogo norteamericano William Davis, autor del polémico ensayo 'Wheat Belly'.
“Para estar sano hay que comer sano”
En
Wheat Belly Davis establece una relación directa entre el aumento del
número de diabéticos y el consumo de cereales sometidos a modificaciones
genéticas: “Dos rebanadas de pan integral aumentan más los niveles de
azúcar en sangre que dos pasteles debido al alto índice glucémico del
trigo que se cultiva hoy en día.
De este modo, estamos desarrollando una peligrosa
resistencia a la insulina y, por ende, la diabetes está adquiriendo
características de pandemia”. Según los cálculos de la OMS y otros
organismos oficiales, en las próximas décadas el número de diabéticos
rozará los 350 millones de personas en todo el mundo.
El consumo de trigo nos hace desarrollar una peligrosa resistencia a la insulina
Una de las mayores satisfacciones de las que hace gala
Davis desde la implantación de este tratamiento estrella en su consulta
de cardiología es que “los únicos ataques al corazón que veo ahora los
sufren pacientes nuevos que no conocían la dieta”. Así, asegura que
todas las personas con problemas cardíacos a las que trata “han dejado
de sufrir ataques”, después de eliminar el trigo de sus dietas, limitar
el consumo de carbohidratos, aumentar la ingesta de vitamina D y
compaginar con suplementos de yodo.
El extenso recorrido de Davis por las historias clínicas
de sus pacientes intenta demostrar que no hay mal que se resista a su
tratamiento. “Sobre todo, las patologías modernas más en boga, como la
diabetes..”.
Una cura milagrosa para casi todo tipo de enfermedades
que hace desconfiar a buena parte de la comunidad médica. Sus reacciones
han sido de recelo al señalar la falta de evidencias científicas en el
libro. Unas acusaciones a las que Davis ha respondido exponiendo su
propio caso:
“Mis niveles de colesterol en sangre antes de dejar de
consumir trigo eran bajos (27 mg/dl), los triglicéridos eran muy altos
(350 mg/dl), los niveles de azúcar en sangre rozaban la franja de la
diabetes (161 mg/dl) y mi presión arterial era también alta. Todo esto,
unido a mi sobrepeso, con una gran acumulación de grasa alrededor de la
cintura. Sin embargo, cuando dejé de comer trigo experimenté una rápida
reducción de peso, los valores de colesterol se elevaron a 63 mg/dl, los
triglicéridos se redujeron a 50 mg/dl, el azúcar en sangre se
estabilizó en 84 mg/dl y la presión arterial se situó en una franja
normal. Todo ello sin tomar ni un solo fármaco.
“El agronegocio arruina nuestra salud”
La cruzada en solitario de Davis contra este alimento
hace hincapié en que “el auge de patologías comunes anteriormente
estabilizadas se debe al consumo de trigo”, al que se refiere a lo largo
de su libro como el “veneno perfecto”.
Para el cardiólogo, el valor nutricional de los cereales
siempre estuvo sobredimensionado, pero fue a raíz de los avances
genéticos iniciados en la década de los 60 cuando “se convirtieron en
perjudiciales para la salud”.
Según defiende este, ahora contienen una nueva proteína
llamada gliadina que actúa como un opiáceo. Esta estimularía el apetito,
dice, hasta el punto de que “nos hace consumir una media diaria de 440
calorías, por lo que si sumas esta cantidad a los 365 días que tiene un
año, el sobrepeso será inevitable”.
Los diabéticos que eliminaron el maíz de su dieta superaron la enfermedad en tan solo tres meses
Pese a sus convicciones, el cardiólogo se muestra
pesimista sobre la posibilidad de establecer algún tipo de limitación a
la producción industrial del grano. “Económicamente no sería factible
porque el trigo tradicional produce menos kilos por hectárea que el
transgénico”. Sin embargo, apela a la concienciación de los consumidores
para reducir su consumo. Para animar a dar este paso, Davis sugiere
comer “alimentos de verdad”, como frutas, carnes, pescados y verduras.
Es decir, “los menos susceptibles a sufrir modificaciones genéticas para
engordar el agronegocio”, pues dice que el 90% del trigo ya es
transgénico y que en pocos años supondrá el 100% de las cosechas.
En Wheat Belly, el médico no deja títere con cabeza al
criticar también las lógicas que mueven a los nutricionistas y a los
defensores de los alimentos ecológicos. “Todo lo que se propone es
reemplazar la comida basura por otra menos mala. Esto es como si fumo
cigarrillos sin filtro y me paso a otros que sí los tengan porque se
consume menos nicotina.
Un error porque no dejamos de hacer daño a nuestra salud, simplemente aminoramos parcialmente sus efectos.
Lo que yo propongo es modificar radicalmente los hábitos
alimenticios dejando de comer este tipo de productos y ya veremos cómo
en un corto periodo de tiempo nuestra salud experimenta un beneficioso
cambio”.
http://www.absolum.org/salud_trigo_veneno.htm