lunes, 13 de mayo de 2013

Códice de Radiestesia

La intención de estas páginas que imaginariamente pretenden ser un códice o antiguo tratado, no es otra que aportar un granito de arena al mundo de la Radiestesia, exponer nuevos descubrimientos y un punto de vista, en ocasiones diferente, del que aprendamos a comprender un poco mejor las ondas nocivas que emanan de la Tierra y afectan a nuestra salud, especialmente mientras dormimos.
        En ellas he querido reflejar ese libro que no existe o que yo no supe encontrar cuando al descubrirme  portador de esta percepción busqué con tanto afán y que habría aportado tantas y tantas respuestas a las que después he conseguido llegar a través del trabajo y la perseverancia.
        El poder energético de la Tierra transforma los ritmos vitales del cuerpo. La emisión de esta energía es variable; por esto,  la armonía vital depende de los lugares en que nuestro organismo se nutre de dicha energía.
La Tierra está sometida a un constante bombardeo de ondas electromagnéticas que provienen del espacio exterior, la mayor parte de las cuales es absorbida por la atmósfera; sin embargo una parte importante de estas ondas cada vez mayor (como consecuencia de la disminución de la capa de ozono en la estratosfera) consigue llegar a la superficie terrestre, penetrando en su interior.
Hoy en día, debido a los progresos tecnológicos, los campos eléctricos son, en ocasiones, superiores a los naturales; la contaminación electromagnética artificial es producida por las líneas de alta tensión, subestaciones eléctricas, emisoras de TV y radio, electrodomésticos, instalaciones eléctricas, maquinaria industrial, antenas repetidoras de telefonía móvil, etc., y es absorbida por la tierra. Todas estas radiaciones, unidas a las que se producen en el interior de nuestro planeta y las que nos llegan del espacio, son remitidas de nuevo a la superficie, a través de lo que conocemos con el nombre de Redes Telúricas.
La Tierra expulsa todo ese exceso de radiaciones, a través de las citadas redes telúricas y en la vertical de las mismas podemos encontrar la mayor parte de las ondas que forman la parte invisible del espectro (rayos cósmicos, rayos gamma, rayos X, partículas alfa y beta, radiación ultravioleta y radiación infrarroja). Todo ello en pequeñas cantidades, difíciles de detectar pero suficientes para que nuestras células enfermen si pasamos mucho tiempo sobre ellas. Además en la vertical de estas zonas se genera una gran ionización positiva, la cual contribuye a la creación de radicales libres en nuestro organismo.

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